La sequía aprieta en Texas y desde el rancho J, los muchachos se ven obligados a emprender una arriesgada travesía. Con el polvo levantándose tras el paso de los cascos, parten al amanecer con un gran rebaño de reses, rumbo a la estación de ferrocarril de Abilene. El objetivo es claro: embarcar el ganado hacia el este, donde aún hay compradores dispuestos a pagar buen dinero. Pero el camino será todo menos sencillo. El calor es asfixiante, el terreno seco y resquebrajado, y la sed amenaza tanto a los hombres como a los animales. La esperanza viaja con ellos, pero también el cansancio y la incertidumbre.
A lo largo del trayecto, los peligros acechan desde todos los ángulos. Los desfiladeros son territorio hostil, donde los apaches, conocedores del terreno y resentidos por las constantes invasiones, observan en silencio desde lo alto. Por si fuera poco, la sombra de los cuatreros siempre planea sobre el rebaño. Estos bandidos sin escrúpulos no dudarán en atacar de noche, cobijados por la oscuridad, con la intención de robar el fruto del duro trabajo de los vaqueros. Aun así, los hombres del rancho J avanzan, sabiendo que cada milla los acerca más a su destino, a un tren que puede significar la salvación de todo por lo que han luchado.









